A JUAN PABLO D’ADDIEGO…
Desde hace tantos años, que ni recuerdo Juan… desde la época bolichera, de los jóvenes que nos hicimos grandes, de los sueños concretados, de los que quedaron tan solo en un sueño… de tantas veces que hablamos, de las mesas con amigos, de las reuniones sociales, de la sociedad que tanto amabas, de las presentaciones de algún auto, de la sociedad de los tuercas. De tantos amigos cosechados Juan, de las mañanas frías de invierno en algún circuito esperando ponerte el buzo… de las notas para la radio y el programa de TV, de las mañanas de mateadas con el “Lechón”, de todo eso y seguramente de mucho más te conozco, como dijo un amigo en común, «era terco como una mula a lo que uno le decía o le aconsejaba, especialmente por su salud, pero un tipazo, que vivió como el quería vivir». De todo ello me quedo, con el Juan que compartía unos mates, y hablaba de todo, quizás no se si de todo, quizás siempre guardabas algo que pensabas o soñabas y no lo decías. Eso es algo que nos pasa a todos, pero en vos se notaba más, tu mirada bonachona, con amigos, solo amigos, porque jamás nadie dijo una sola palabra que no fuera de cariño y afecto hacia vos Juan… de tus chistes a media voz que había que estirar la oreja para escucharte y entenderlo, de tu risa sincera, de tu ausencia de maldad, de tu predisposición. De lucir y comentarme cada trofeo donde lo habías ganado. Y ni falta hacía que me lo explicaras, esos trofeos no fueron del automovilismo, fueron la la vida, de tu vida, de tu figura bonachona y sincera, de tu amistad con tus amigos, esos fueron los más importantes. Ese era el trofeo más grande que siempre luciste con orgullo.
Y vos Juan… justo vos… con tantos amigos… querido por todos, siempre rodeado de afecto sincero, esperaste estar solo para irte, porque ni en esos momentos que quizás las cosas no estaban bien o no te sentías bien, no quisiste molestar a nadie. Seguramente te fuiste con la paz, tu paz interior, en el silencio de la noche, en la mirada de tus propios ojos, en la sencillez de tu propia vida, en el convencimiento de que nunca morirías porque solo muere aquel que es olvidado, y vos con esa mirada pícada, sabes que para nosotros siempre estarás vivo… solo mueren los que son olvidados… y vos estarás en el corazón de todos quienes disfrutamos de tu amistad… Abrazo Juan… hasta el próximo reportaje… (R.N.)
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