CARLOS MENDITEGUY: TODO LO HIZO FACIL…
Es muy probable que a la mayoría de la gente vinculada de alguna manera al automovilismo nunca le haya caido simpático.
Era normal, su imagen nunca irradió positivo. Un tipo difícil, complicado, de alguna manera ególatra, pero sin duda muy respetado dentro y fuera de esta actividad.
Pero le haya sido o no agradable, le haya sido o no simpático, fuese o no admirador de Menditeguy, es indiscutible que «Charles» (o Charlie) fue figura dentro y fuera de las pistas.
Hizo un montón de cosas y, lo que es más envidiable, las hizo bien.
Es verdad que hablaba de él, de sus triunfos, de sus logros, de sus virtudes, ¿fanfarrón? no, fanfarrón es aquel que habla y nunca hizo nada, el que frasea en la mesa del café de barrio y cuenta sus aventuras o sus invenciones. ¿Menditeguy fanfarrón? No, ¿cómo puede ser fanfarrón el que fue durante diez años 10 de hándicap en polo, el que jugó al tenis como les mejores, el que fue top-ten de golf en nueve meses, el que era capaz de hacer decenas de carambolas consecutivas, el que daba cátedra de pelota a paleta y squash, el que le pisó los talones a los mejores pilotos del mundo, el que tenia arranques de inspiración jugando al fútbol para el Colegio Arrióla de Marín, el que era un exquisito en una mesa de bridge, el que también hizo guantes con resultados positivos.
¿Todo eso es ser fanfarrón?
Con todos sus defectos—y también sus virtudes—,Menditeguy fue siempre y pese a todo, un personaje.
Un personaje respetado y atacado.
Detrás suyo dejó antecedentes, anécdotas e historias como para dedicarle un volumen. Quizá nadie hizo más que él, porque nadie practicó tantos deportes con resultados exitosos.
Por eso Menditeguy podrá ser discutido como persona, debido a sus excentricidades y arranques temperamentales, pero nunca como auténtico deportista. Como un dotado.
Siempre fue noticia, por sus rivalidades con Rolo Alzaga, por sus parciales increibles corriendo los Grandes Premios de TC o los de Turismo con Mercedes Benz. Sin embargo, nunca simpatizó con el periodismo, pero, como en todas sus actitudes, tenia sus razones.
Una nota publicada hace diez años donde se le ponían palabras en su boca que jamás había pronunciado y donde habían distorsionado el sentido de lo dicho.
A partir de ese día Charlie aseguró: «Nunca más me harán una nota, los periodistas son todos iguales y yo no les voy a dar de comer».
Así, de un genio particularísimo, de salidas inesperadas y en ocasiones agresivo.
Ese era Carlos Menditeguy.
«Esto es fácil.»
Esa fue la frase de Charlie Menditeguy cuando acompañó a un amigo a un campo de golf. «¡Asi que es fácil…!
Hay quienes se pasan años aprendiendo y mejorando su estilo y vos venís por primera vez a un link y decis que esto es fácil.»
Charlie calló,siguió observando detenidamente cada movimiento.
Insistió nuevamente:
«Esto es fácil”. Bueno, si esto es tan facil como ves decís, hagamos una apuesta.
A que vos no pasas a scratch en un año…»
«Hecho.»
Nueve meses más tarde, tras un concienzudo trabajo y aprendizaje de golf, Menditeguy era scratch.
Habla vencido una barrera casi Increíble que ni los mismos profesionales del golf llegaron a comprender.
Era todo un record elocuente.
Vivir. Con un temperamento aplastante.
Con esa seguridad en si mismo que lo «agrandaba» ante los mejores exponentes de cualquier actividad.
Sus anécdotas, sus cuentos de noches de «La Biela» o «05» y ese magnetismo que provocaba cierta envidia eran algunas de sus más salientes características.
Una noche, en Mar del Plata, en mesa de amigos y de curiosos, Charles hablaba de si mismo.
De su fama en Europa, de su amistad con Porfirio Robirosa o de sus comidas en el Palacio con la reina Isabel de Inglaterra o sus «affaires» con Brigitte Bardot, Ava Gardner o alguna otra estrella del momento.
Asi, en medío de ese embale, y con sus típicos gestos que acompañaban cada palabra, contó lo que hacia un par de años habla sucedido en el Vaticano.
«Miré cómo seré de famoso que yo salía de la Basílica de San Pedro junto al Papa y escuché que uno de los feligreses que estaba cerca mío observando la ceremonia dijo: “¿Quién será ese gordito vestido de blanco que camina al lado de Menditeguy ?.»
Así era Menditeguy, con un genio especial pata contar las cosas más inverosímiles y lograr que los que no lo conocían las repitieran como ciertas o sucedidas.
Probablemente en automovilismo no tuvo la suerte necesaria como para descollar.
No se le brindó como en otros deportes. No fue como en el golf o en el polo, donde fue una especie de Pelé por sus sutilezas y genialidades; o el fútbol, que lo vio como excelente centroforward; o el tenis, o el squash-raquet, o la pelota a paleta, o el billar, o lo que se le ocurra.
Los autos fueron una de sus grandes pasiones—quizá la mayor—, pero no pudo extraerles todo lo que podía.
También hubo elementos negativos de los cuales él solo fue el responsable. Quizá porque el automovilismo insume un tiempo del ,que no disponía.
O no puso de sí mismo todo lo necesario, por lo que sea.
Pero la suerte no lo ayudó, sus triunfos fueron escasos considerando los años de antigüedad y hubo muchas carreras que se le negaron muy sobre el final o muy sobre el principio.
Como aquel Gran Premio del 64, donde se quedó en la última etapa, a menos de veinte kilómetros de la llegada en Arrecifes.
Aquel de la famosa frase «Quémelo, Linares», ante la
Impotencia dé ver cómo se alejaba la posibilidad de ganar su primer Gran Premio.
La primera oportunidad y la última que tuvo.
O aquel donde ganó tres etapas al hilo y rumbo a Tucumán, a poco de llegar, rompió el motor de su Ford, o el vuelco en el Autódromo con la cupe en plena Ascari a más de 160km/K o el abandono corriendo para el equipo Mercedes Benz en el 61, cuando habia ganado el primer tramo y rompió en el segundo, cuando venia matando o la descalificación del parque cerrado en Carlos Paz, cuando en el Pan de Azúcar habia recuperado una cantidad de minutos impresionante sobre las suecas tras haber parado veinte minutos.
Y mil más. Muchas más.
Cuando punteaba en el Autódromo de Buenos Aires, en el Gran Premio de la Argentina. Primero absoluto sobre Fangio, Musso, Castelotti…. en fin, lo mejor de la época.
Después, el abandono.
Pero Menditeguy contaba que el momento más emocionante de su vida habia sido en el Luna Park de Buenos Aires, sábado a la noche, pelea de fondo. ring vacío y el murmullo de un Luna lleno de punta a punta, el anunciador, los primeros silbidos, el micrófono, la tensión previa a una pelea importante.
Y cuando todo el estadio esperaba la presentación de los contendientes, la voz que inunda las escalinatas, las plateas, el ring-side y la pullman:
«Señoras y señores, está aquí con nosotros en esta noche de fiesta del boxeo, un represéntente argentino que defendió nuestros colores en las pistas del mundo y hoy, pese al accidente sufrido en Sebring, Estados Unidos, hace unos días, está con nosofros…. Carlos Menditeguyyy…»
Una semana más tarde Menditeguy contaria:
«Me brotaron las lágrimas.
Me di cuenta de lo que es sentirse aplaudido, gritado, vitoreado por una tribuna llena, una tribuna que de automovilismo no entendía nada pero para la que yo era un tipo muy importante. Me ensordeció, ni me acuerdo lo que hice… no sé ni siquiera si levante la mano para saludar. Nunca lo habria esperado y ahí estaba la tribuna coreando a garganta plena mi nombre…»
Y fue con ese mismo tono de voz que años mas tarde escucháramos en el parque cerrado de Arrecifes, cuando –Pairetti —ganador del Gran Premio tras el abandono de Menditeguy— se le acercara a decirle:
«Vos sos el ganador…», y Charlie, con los ojos acuosos, le pusiera la mano en la cara como cacheteándoloy le respondiera:
«No, viejo … ganaste y te lo merecías».
Pero el ídolo, el héroe, el que tapo el triunfo de Pairetti, era Carlos Menditeguy.
La dimensión de Menditeguy era desconocida para muchos. Nunca fue ídolo. Nunca cayó simpático ni se brindó al público.
Estaba en otra, lo único que le gustaba era manejar, ganar si podía y hacer las cosas lo mejor posible, el resto no importaba.
Allá, a fines de la década del 50, Juan Manuel Bordeu probaba un auto de fórmula en Silverstone. Era un día de semana, habia niebla, la típica del otoño londinense. Bordeu y el auto, dos mecánicos y nada más, el circuito como único testigo, una curva, el auto que derrapa y el toque contra un terraplén. Bordeu queda dentro del auto, herido. ‘No es grave, pero es serio. Inmediatamente se acuerda de que Menditeguy estaba jugando el polo en Inglaterra ese mismo día, cerca de allí, lo mandó llamar.
Al enterarse Menditeguy, paró el partido, habló con el duque de Edimburgo, que jugaba en el equipo contrario, y Bordeu fue llevado al mejor hospital de Londres. Lo atendió el médico de cabecera de la reina de Inglaterra, el mejor.
Decidido, activo, impertinente a veces.
Sus amigos, los que lo conocían en su real dimensión, contaban de sus excentricidades y de sus indiscutibles y naturales dotes para un sinfín de cosas.
Cuentan que una vez había ido a un teatro de revistas. Uno de los números que se presentaban era un famoso y acreditado malabarista que tiraba palos, bolas, cuanto tenia a su alcance, dibujando arabescos en el aire y dando
muestras de unos reflejos y velocidad visual impresionantes.
Luego del teatro, y ya en su casa, Menditeguy fue a la cocina, sacó cacerolas, vasos y botellas y repitió casi los mismos ejercicios que el malabarista acaparador de aplausos y de la admiración de la platea, revoleó cacerolas
Y otros elementos.
Cuando terminó, miró a sus acompañantes de esa noche y simplemente agregó: «¿ no era tan difícil… ?».
Hubo varias versiones, a medida que fueron pasando los años se la fue deformando, pero Juan Manuel Fangio la contó tal cual, sobre todo porque él había sido uno de los protagonistas. Sucedió en Montecarlo (allá por 1956 ó 1957) y Brigitte Bardot recién aparecía en la pantalla y tanto ella como su representante estaban ávidos de promoción.
La idea era sensacional, la figura más importante en el deporte por esa época era Juan Manuel Fangio, nada mejor que hacerle una invitación a comer, pagar a un fotógrafo para que sacase un par de fotos y rematar el asunto con un romance inventado entre la Bardot y Juan Manuel.
Con ese planteo, Brigitte y su representante aparecieron en Monaco el día viernes anterior a la carrera, fueron al box de Fangio, que estaba con Menditeguy, y se produjo la presentación.
La cosa estaba en marcha, pero en el momento del remate, cuando lo invitaron a comer, el Chueco se percató de que «algo» había detrás de todo eso y desistió.
Por otro lado, no era normal que saliera de noche una semana antes de las carreras, y mucho menos en compañía de mujeres.
Con las excusas del caso, Fangio se disculpó y presentó a Menditeguy. Hablaba francés, era un tipo ubicado y con la simpatía suficiente como para poder llevar adelante cualquier situación, por complicada y delicada que fuese. Así se entabló una amistad reciproca que si bien no fue duradera, fue comentada por su derivación, Menditeguy corría para el equipo Maserati oficial y debido a su «desaparición» (rumbeó para la Costa Azul con Brigitte) quedó fuera del team, ya que sus directores consideraron la situación como una absoluta falta de disciplina.
Una falta que le costó quizá un futuro muy interesante en F-1 Internacional, pero que por otra parte, y según sus palabras, «no era una oportunidad como para dejar de lado».
Por este tipo de actitudes Menditeguy pudo ser juzgado, pero es indudable que en la vida uno debe elegir y también pagar sus impuestos.
El eligió y pagó los suyos. ¿Alguien tiene derecho y criticar sus actitudes?
Todavía no corria, estaba de espectador en los lagos de Palermo y Fangio ya era una figura a nivel internacional.
En una de las vueltas, mientras el Chueco pasaba corrigiendo en plena curva, alguien del público aseguró: «Van a pasar muchos años antes de que aparezca otro Fangio..,».
Menditeguy lo miró y agregó con soltura y seguridad «Muchos, no… «.
Pegó media vuelta y se fue.
Tres años más tarde estaba corriendo con los mejores del mundo, «mezclándose irreverentemente con Musso, Fangio, Moss y tantos otros.
«Menditeguy no fue campeón del mundo, posiblemente, porque no quiso.» lo dijo Juan Manuel Fangio después de su retiro, cuando alguien en un cocktail le preguntó qué pensaba de Menditeguy como piloto.
Y Fangio sabía de estas cosas.
Supersticioso ciento por ciento. Fobia al Nº 13.
Tal era su temor al Nº 13 que en una Vuelta de TC le correspondió ese número por ranking, pidió permiso especial al Comisario Deportivo, aduciendo que con ese número no pensaba largar.
Lo autorizaron a hacerlo con el 44 (último número), pero largando en la decimotercera posición en el camino.
Nació en el año 1914, hijo de una adinerada familia.
Debutó ganando en 1950 en el circuito del Torreón en Mar del Plata, con una Ferrari de la categoría Sport.
En TC lo hizo en el año 1952 en la vuelta de Cnel Pringles, clasificándose 13º lugar.
Dijo de esta categoría. “deportivamente el Turismo de Carretera, fue lo que más quise en la vida. Y sin embargo fue lo que más disgustos me dio”.
Ganó por primera vez en 1956, en el circuito de Olavarria, y nada menos que a los Hnos. Emiliozzi, por 38 segundos de diferencia.
Luego lo hizo en Olavarria y Arrecifes del ´59.
La Vuelta Sierras de Córdoba y la Mar y Sierras del ´62 y finalmente la Vuelta de Tres Arroyos del ´66.
Además venció en la 1ª etapa de la Vuelta de Santa Fe del ´58.
Las 1ª, 2ª y 3ª etapas del Gran Premio de 1960.
La 3ª del GP del ´63 y la 1ª del premio CIPA en Córdoba.
Ya fuera del TC, en el plano internacional, venció el 28 de Enero de 1956 en los 1000 Km. de la Ciudad de Buenos Aires, en pareja con Stirling Moss y sobre una Maserati 3000.
Tres días de aclimatación le alcanzaron a “Charly” para bajarle los tiempos al sub campeón del mundo de la Fórmula 1. Como producto de esta carrera, Maserati le ofreció una 250F oficial para F1.
En dicha categoria corrio 10 carreras obteniendo como mejor resultado un 3º puesto en el GP de la Republica Argentina del año 1957
(Material extraído de El Gráfico, Corsa, Automundo, Historia del TC)
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